Lacan, J. - La instancia de la letra

El sentido de la letra 

Lacan (como sujeto) no enseña el psicoanálisis (como objeto) con palabras (como instrumento para expresar las ideas), sino que las palabras mismas son las que dicen al objeto. No será él, sino su estilo el que transmitirá los rasgos esenciales del objeto que está en juego en su enseñanza: el inconciente. “El estilo es el objeto”. Ese estilo pretende transmitir el inconciente estructurado como un lenguaje, no explicando sino hablando como ese inconciente, siguiendo sus mismas reglas de construcción, siendo en fin, el inconciente mismo, ya que el inconciente no es otra cosa que un lenguaje estructurado en un discurso retórico, resistente al sentido inmediato. Si el inconciente es el sinsentido en el hombre, el propio estilo de Lacan demuestra que nada más pleno de sentido que el sinsentido, si conocemos sus condiciones de producción.

Lacan se opone a la posición humanista que piensa al lenguaje como un instrumento al servicio de la espiritualidad del hombre, donde lo que importa son las ideas a transmitir y no las palabras. Este texto está escrito para demostrar que el hombre es siervo del lenguaje, y que sus síntomas son la letra que el inconciente escribe en su alma y en su cuerpo.
De las reglas del desciframiento, es decir del sentido de la letra, se ocupará Lacan en la primera parte.
La segunda: La letra en el inconciente, dará las fórmulas de la metáfora y la metonimia y demostrará, siguiendo a Freud, el funcionamiento de estos tropos en la retórica del inconciente.
En la tercera: La letra, el ser y el Otro mostrará que no sólo el sujeto, sino también el Otro está determinado por la letra, y que el núcleo de nuestro ser es sólo un agujero socavado por el lenguaje en las entrañas de un “ser” imposible en el plano de lo real. Para Lacan, el inconciente no se puede decir, salvo traspuesto en un estilo barroco de metonimias y metáforas

La instancia de la letra en el inconciente (o la razón desde Freud): es el fin de toda idea del inconciente como “sede de los instintos”, lugar de lo primitivo, irracional e infantil, donde no existiría orden ni ley. Ahora se trata de un inconciente sometido a la legalidad simbólica del lenguaje. Se trata no de la sinrazón, sino del funcionamiento de una nueva razón descubierta por Freud en La Interpretación de los Sueños, no depende de ningún sujeto pensante sino que es autónoma con respecto a él. Más aún, es una razón paradójica que funciona en un sinsentido inquietante.
La Instancia de la letra: Subraya fuertemente la relación entre el inconciente y el lenguaje y tiene al menos tres sentidos que no se excluyen entre sí:
1. Del  verbo instare: estar por encima. Se refiere a la posición dominante de la letra en el inconciente.
2. Tiene el sentido de insistencia apremiante. La letra insiste en el inconciente y se hace escuchar en la “repetición”
3. Evoca un sentido jurídico: Puede decidir sobre el destino sexuado, sobre el cuerpo y sobre la vida de un sujeto. Su “aparato jurídico” consiste en operaciones de sustitución y combinación, que sancionan (localizan) al deseo en las manifestaciones del inconciente.

I. El sentido de la letra.
Lacan privilegia la letra, porque entiende al inconciente como una escritura, con toda la idea de materialización del lenguaje que la escritura implica. La define como soporte material. Con lenguaje Lacan se refiere a lo que Saussure llama la lengua y con discurso concreto al habla. La diferencia entre discurso y habla es de enorme importancia. Para Saussure habla es el dominio de lo individual  (“usuario” que utiliza la lengua). Para Lacan, el discurso siempre implica una dimensión social. No sólo porque siempre se habla a otro, y de ese otro depende el sentido de lo que el sujeto diga, sino además porque todo el empleo social del lenguaje, por ejemplo de una época, precipita formas y sentidos lingüísticos que restringen la libertad del sujeto parlante.
Es entre estos dos dominios, el del lenguaje y el del discurso, que se sitúa a la letra.
El sujeto queda marcado por la letra, ya sea que provenga del sistema de la lengua, o de su empleo en el discurso.
Pero lenguaje y discurso no están en el mismo nivel. El acto de discurso depende del lenguaje en la medida que toma de él (y no del mundo físico) la materia de la letra. La letra como materia, no pertenece al mundo de la sustancia, sino al orden del lenguaje, y sin embargo es bien real. El modelo de letra que Lacan tomará es el jeroglífico, que en sí mismo no significa nada, no tiene ningún sentido propio.
Imaginemos varios puntos dispersos en un pizarrón. Ninguno de ellos es letra. Pero un punto al final de una frase escrita sí lo es porque puede ser leído. Se ha convertido en significante por establecer relación con otros elementos del lenguaje (el sistema de puntuación gramatical) El soporte material es lo que la hace significante, es decir el lugar y la función que la estructura del lenguaje le otorga y que permite su relación lingüística con otros elementos no menos significantes.

“Notemos que las afasias…”  Para abonar la autonomía del lenguaje con respecto a toda sustancia recurre a un trabajo de Jakobson que demuestra que aún en trastornos afásicos (de lesión), la capacidad del habla se deteriora siguiendo la forma en que está organizado el lenguaje en relaciones de sustitución y de contiguidad entre los términos.
El sujeto debe realizar dos operaciones: seleccionar y combinar palabras. La afasia tendrá entonces dos “vertientes”:
1) La que afecta a la operación de selección, llegando a la incapacidad de sustituir palabras en el orden del paradigma, que al final sólo dispone de un vocablo (anáfora generalizante) como “cosa” para designar casi todo, aunque se mantienen sin deterioro los eslabones o conexiones en el sintagma: (“y… entonces… con… o… luego”).
2) La que afecta a la operación de combinación. El paciente habla “a lo tarzán” Tiene la selección paradigmática, pero no puede combinar los elementos seleccionados en un sintagma organizado. Entonces la variedad y extensión de las frases va disminuyendo, hasta hablar sólo con palabras inconexas (generalmente sólo sustantivos y verbos).
La creación de la significación (cómo se engendra) es un efecto del significante, y no como para Saussure el resultado de la unión entre un sdo y un ste. Este efecto significante, que es la significación, tiene como soporte a la letra, cuya materialidad es la pura diferencia (rasgo o marca) que permite a cada significante no ser confundido con otro. /ej. el nombre propio tiene un estatuto de letra en tanto es lo único real que permite a Juan diferenciarse de Pedro en lo simbólico.

En la realidad funciona también como discurso: esa marca (la letra) establece siempre relación de contigüidad con otro elemento de la lengua produciendo efecto de significación, es decir, se convierte en significante. Por ejemplo el apellido Meo suele entrar en una relación de contigüidad con el verbo que designa el acto de la micción, que asegura a su portador ser víctima de chistes aunque jamás haya padecido de enuresis.

El nombre del sujeto al nacer, no sólo forma parte del lenguaje (como letra), sino de algo aún más concreto: de un discurso en el movimiento universal; al quedar inscripto allí, el sujeto se convierte en siervo de la letra (la padece) esa marca irreductible que lo determinará en su propia identidad y en su lugar social.

“La referencia a la experiencia de la comunidad…” El lenguaje no es un fenómeno derivado de una sociedad dada como una expresión más de su cultura, sino que lenguaje y cultura son una y la misma cosa, siendo su función la de negativizar la naturaleza y dar origen a la sociedad.

“La lingüística en posición de ciencia piloto…” El campo de lingüística quedará definido por dos dominios: el del significado y el del significante y la problemática de sus relaciones mutuas. Con el algoritmo empiezan las divergencias con Saussure.
Saussure define acertadamente el objeto y el campo, pero para dar cuenta de las relaciones entre los dos dominios del campo, teoriza el signo que aunque parecido al algoritmo lacaniano es teóricamente diferente.
El algoritmo es una entidad puramente formal y abstracta. Implica la transformación del signo saussureano:
1) Elimina el círculo que encierra a sus dos etapas (significado y significante), y queda desecha la unidad del signo planteada como “sustancia” indisoluble y se renueva el problema de cómo dar cuenta de la significación.
2) Quita las flechas con lo cual desaparece la relación biunívoca, las dos caras del signo.
3) Desaparecida la unidad, la raya horizontal se convierte en “barra”; esta barra será “resistente a la significación”. Para Saussure las dos caras del signo funcionaban como un “par ordenado”, unidas por una relación punto a punto entre Sdo y Ste. El algoritmo dará toda la primacía al significante, que por eso se coloca sobre la barra y en mayúscula. Cualquier efecto de significado depende ahora no de lo que suceda entre significado y significante, sino de lo que suceda exclusivamente en el nivel del significante, “etapa” primera en el proceso de significación. Con la idea de etapa en vez de “cara”, Lacan acentúa la temporalidad retroactiva de la significación.

“Un estudio exacto de los lazos del significante…” Las consecuencias de esta transformación de la función de la barra, serán enormes: el significado nunca podrá ser alcanzado, y su lugar servirá para ubicar todo lo imposible de significar: lo real, la causa, el sujeto, el inconciente.
“La cosa reducida muy evidentemente al nombre…” El algoritmo lacaniano, contradice la idea de que un significante particular (árbol) remita a un concepto (de árbol) y la idea de que el sistema de los significantes tenga como contrapartida un sistema de significados.

“Caballeros Damas…” La incongruencia que propone Lacan es que el significante “caballeros”, si tiene una puerta debajo, no remite al concepto de hombre, sino al de excusado ofrecido al hombre occidental para satisfacer sus necesidades naturales fuera de su casa… Pero para que se produzca la sorpresa de esta precipitación de sentido inesperada es necesaria una relación de contigüidad con otro significante: “damas”. Es la diferencia entre ambos significantes, (y no entre las puertas, que como es habitual, son idénticas) la que somete la vida pública a las leyes de la segregación urinaria. Las comunidades primitivas comparten esta “segregación” demostrando que no juega ningún papel el concepto de puerta, sino la diferencia de un significante (caballeros) con otro significante (damas).
Lacan dirá que el significante no nombra lo real de ninguna manera, ni arbitraria ni motivadamente. El significante entra de hecho en el significado, lo produce de una manera inesperada (como en caballeros – damas), llegando a ocupar un lugar en la realidad. Un miope para saber a qué baño entrar, debería acercarse no a las puertas, sino a las “pequeñas placas esmaltadas”, para ver la diferencia entre los nombres que están arriba, la determinación de qué hacer en la realidad.
Para los niños, los significantes “caballeros–damas” tienen tan poco que ver con el significado, que podrían designar estaciones de ferrocarril.
“La disensión, únicamente animal…” Que el lenguaje “entre” en el significado, pero que no pueda agotar la significación, (esto es, que la verdad última de la diferencia de los sexos en lo real quede en las tinieblas) va a traer la Disensión: el desacuerdo entre los “caballeros” y las “damas”, esas dos patrias que harán divergir a los niños del ejemplo, y donde cualquier intento de pacto en cuanto a la igualdad, acentuara la desigualdad de una guerra ideológica. Lacan dirá no hay relación sexual.
Queda por concebir los caminos por los cuales el significante, - que en verdad nunca es uno sino al menos dos como es visible en la duplicación “caballeros” “damas”, que además son dos plurales -, es capaz de atravesar la barra (más allá de la ventanilla) hasta hacer soplar el aire frío y caliente, de todas las significaciones de indignación y desprecio, irreductibles entre los sexos.

Para Lacan el discurso remite siempre no a un sentido sino a un sujeto del inconciente. Por lo tanto, en cualquier nivel en que el lenguaje represente a un sujeto, hay discurso. (Ej. En el nivel del fonema se puede apreciar que una sustitución fonemática forme un acto fallido: Brigida/Frigida). Es allí donde esta el discurso de un sujeto inconciente. En la medida que un sujeto está implicado, un humilde fonema, sin sentido en sí mismo, adquiere función de discurso.
En la lengua sólo hay significantes; para que se produzca un efecto de significación, se requiere del discurso en su linealidad sintagmática pero también en su espesor paradigmático.
Con Lacan lo que será alterado será el lugar del sujeto en el discurso. El sujeto no será ya autor sino efecto del discurso (del Otro) en tanto su palabra estará atravesada por el lenguaje inconciente, cuyas operaciones, la condensación y el desplazamiento, homologará a la metáfora y la metonimia.

“La soberbia del modo común del ente…” Lacan había hablado de las dos etapas del algoritmo: en una primera etapa el significante está sobre la barra, en una segunda, sin abandonar su condición de tal, traspasa la barra.
Lo que el sujeto parlante vivencia como significado, no es un orden autónomo del lenguaje, es un efecto de la cadena significante. El significado es un significante que interpreta lo que otro significante quiere decir y no puede.
Tan poco importa el significado y tanto la relación y diferencia entre significantes, que si Caballeros y Damas estuviesen en otro idioma producirían el mismo efecto en el sujeto: encaminarse hacia una u otra puerta (en sentido metafórico).
Es en esa diferencia donde el sujeto, lo sepa o no, queda ubicado por el significante, jugándose en el complejo de castración su destino de ser sexuado que no es otra cosa que la renuncia a la otra patria (o puerta).

“Ese nombre es la metonimia...” La metonimia, aunque no produzca nada nuevo, es siempre “decir las cosas de otra manera”.
Jakobson había establecido para el nivel del significante, las leyes de selección y combinación que venían a concretarse en el discurso como metáfora y metonimia, las dos únicas operaciones del sujeto para producir todo efecto de sentido.

En cuanto a la metonimia (desplazamiento freudiano), la rescata del ejemplo “treinta velas” donde se esconden “treinta barcos”. Sirve a una explicación de la metonimia le resulta falaz a Lacan, porque “veladamente” contradice toda la teoría del lenguaje que viene desplegando hasta acá. Si la metonimia estuviera determinada por la referencia real, hubiera tenido que decir, por ejemplo, “una flota de noventa velas” para corresponderse aunque sea aproximadamente a los “treinta barcos”.
Por lo tanto no es la relación real la que da sostén a la metonimia sino la conexión palabra a palabra. Porque la condición de la metonimia es justamente que, no estando lo real en el lenguaje, el sujeto puede siempre nombrarlo de otra manera por “elisión (desaparición) de un significante. La metonimia no es una cuestión de relación entre significados de lo real. La metonimia tiene la misma falta de referencia que cualquier empleo del lenguaje por un sujeto, y se sostiene (se hace entendible) sólo del contexto discursivo. Ej. la vergüenza sexual de cierta clase social borra del discurso al significante de la menstruación y sólo dice “ella está con el asunto”.

La regla de la asociación libre, es una invitación a producir un discurso metonímico. Asociar (decir de otra manera), es el camino para burlar la censura. Y es así, omitida, como circula en el discurso la verdad del deseo. El deseo no puede decirse directamente, porque ningún significante consiste en la cosa deseada; pero le queda al deseo el camino metonímico. “El deseo es la metonimia de la falta en ser”. El ser del sujeto sólo puede decirse por rodeos, por lo tanto siempre al ser, le falta “el ser” (lo que él es).

“Digamos la otra. Es la metáfora…” La otra vertiente del significante para que el sentido tome su lugar, en este caso para dar cuenta de cómo el significante entra en la etapa de significado es la metáfora. Palabra por palabra será la definición de Lacan para resaltar el predominio de la sustitución, diferente a Palabra a palabra de predominio combinatorio.
Comparar “mujer joven” con “pimpollo” es una analogía comprensible. Pero comparar el amor con un guijarro que se ríe al sol una conjunción entre significantes donde salta una chispa poética que no debe nada a la analogía (el parecido) entre los significados puestos en intersección.

Al no exigir ninguna condición de similitud entre dos ideas libera a la metáfora del peso del sentido preestablecido imaginariamente y la sitúa en el plano de la creación, y no el de de la comparación implícita.
Esa creación no brota por enlazar dos significantes infinitamente distantes en el plano del sentido (amor y guijarro). La unión está en el plano de la comparación, en tanto es necesaria la actualización de ambos significantes para producir la metáfora. Si bien trasciende la exigencia del sentido, sigue sin embargo siendo una comparación.
Lacan planteará una teoría propia de la metáfora. Apunta al nivel de su determinación estructural (qué es lo que la sostiene y la hace posible). Se requiere de dos significantes, pero no en nexo (conjunción), sino en una relación “in absentia”, donde uno tome el lugar del otro en la cadena significante, mientras que el otro siga estando presente, pero oculto, deslizándose metonímicamente en todo el resto de la cadena significante.





“Booz no estaba, se hacía el dormido…” Es en el desarrollo palabra a palabra de todos los versos donde encontraremos la razón de la metáfora. Porque no es donde está la sustitución donde brotará la menor luz de la metáfora, ya que nada nos dice la aseveración de que una gavilla no sea avara ni tenga odio.
Si “gavilla”, como es el caso, remite a “Booz”, es porque existe algo censurado (no-dicho) que se está diciendo todo el tiempo “de otra manera” (por rodeo metonímico) hasta culminar en el significante gavilla que al sustituir a Booz, simboliza lo que el poema censura: Booz, anciano que supera los ochenta años, ha sido capaz de tener una noche de sexo con Ruth, y ella ha quedado embarazada, en un episodio que es casi una violación (de ella hacia él). La relación sexual y la paternidad de Booz conforman un argumento que se desarrolla por transformaciones metonímicas, y por chispazos metafóricos que simbolizan al falo: “un roble, que salido de su vientre, llegaba hasta el cielo azul”… y la misma “Su gavilla” entre otras.
En esta metáfora el significante del nombre propio de un hombre, el del donador que ha desaparecido con el don (Booz), es sustituido por el que lo cancela metafóricamente, pero para resurgir en lo que rodea la figura (la gavilla) en la que se ha anonadado.

Es el contexto metonímico, que siempre es lenguaje materializado en discurso, y no la comparación por analogía imaginaria, la condición de la creación metafórica. Entre metonimia y metáfora no hay una relación de exclusión (o una o la otra), sino que la primera es la condición oculta de la segunda. (Se puede ver el sentido de las dos etapas propuestas por Lacan para situar la relación temporal entre significante y significado, a cambio de las dos caras del signo de Saussure)
En un sentido retórico el verso donde “gavilla” sustituye a “Booz”, parecería funcionar como metonimia, pues entre los atributos de Booz se encuentra el de ser agricultor, recolector de gavillas (la parte por el todo).
Pero lo que le da sentido al poema, es el sinsentido de colocar un significante (gavilla) en lugar de otro (Booz), entre los cuales no hay la menor relación de semejanza real.
Es por lo tanto entre Booz (significante del nombre propio de un hombre) y gavilla (que lo cancela metafóricamente), donde se produce la significación de la paternidad, que como Freud ya lo indicara con su mito de la horda primitiva, requiere de una metáfora inaugural para instalarse en el inconciente del hombre.

“El sentido se produce en el sinsentido…” La metáfora demuestra que el sinsentido suele ser más productivo de sentido y de verdad que cualquier demostración explicativa. Es al sinsentido del significante, tal como lo vemos operar en el chiste al que recurrió Freud para enseñar los caminos del inconciente en la creación de sus formaciones. Es toda una ironía que de lo risible del significante (su irrisión) dependa el destino del hombre.

“Las relaciones del arte de escribir con la persecución…” Lacan quiere retornar por un momento a la metonimia… esa forma que sin crear un sentido nuevo permite al discurso no sólo rodear los obstáculos de la censura social, sino además que la verdad en su opresión encuentre como manifestarse. Lacan creará varios aforismos para circunscribir esta latencia censurada del deseo en el discurso: lo real es imposible lógicamente, la verdad sólo se dice a medias, la verdad tiene estructura de ficción, etc. Es precisamente la censura que mantiene la metonimia sobre el deseo, la que permite a su verdad arder en la metáfora de un síntoma, de un sueño, etc.

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5 comentarios:

  1. Increible!!! muy buen resumen!!!

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  2. Qué gran resumen! te pasaste :)

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  3. Muy bueno y claro!!!!!!!!!!!!!!!

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  4. ¿es esto correcto ?

    http://www.academia.edu/7649153/Amalgamating_Lacan_s_Formulae_of_Sexuation_Discourse_Theory_and_Topology

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